domingo, 16 de noviembre de 2014

EL ARDOR DE LOS NACIONALISTAS CATALANES

Por Eduardo García Aguilar
Hay algo inquietante en la deriva nacionalista que afecta a un sector de los catalanes convencidos de ser la raza superior ibérica y que fue instigada en las últimas décadas por una cuestionada clase política electoralista. Nada que ver con aquel movimiento romántico de los catalanes encabezados por Joan Manuel Serrat, Luis Llach y María del Mar Bonet, quienes a través de la música y el espíritu libertario luchaban en los años 70 contra el franquismo y la asfixia cultural que reinaba en el país durante la dictadura. A ellos acudíamos a escucharlos en Montjuich y otros muchos lugares con el juvenil fervor reinante en aquella época.

Barcelona, a la que amo porque he vivido allí muchos meses en más de 30 estadías a lo largo de mi vida, era entonces el centro editorial y cultural de hispanoamérica, una región increíble y próspera donde convivían dos lenguas y dos culturas similares, la española y la catalana. El propio Joan Manuel Serrat, que es un ícono catalán y gloria de la región al lado de Salvador Espriú, Salvador Dalí, Josep Plà, Pablo Casals, Mercé Rodoreda y Pablo Picasso, dice hoy que no se imagina a Cataluña fuera de España.

Desde la Generalitat, desde la administración que ha reinado en Cataluña, se han usado los recursos públicos españoles de la prosperidad, gracias a la generosidad de las autonomías, para reconstruir la historia reescribiéndola mediante construcciones faraónicas en honor de actos y sitios heroicos dudosos y la elaboración de un guión histórico que magnifica supuestos pasados y héroes independentistas que ningún historiador serio ratificaría con certeza desde las aulas universitarias libres.

Tal país ilusorio se ha convertido en parque temático para turistas alemanes, franceses, ingleses, nórdicos, rusos, que visitan localidades reconstruidas y remozadas de acuerdo al nuevo guión. Y lo peor de todo, se pretende expulsar a la lengua castellana, como si esta fuera el peor enemigo, desterrándola de las escuelas y universidades y de los documentos y avisos oficiales, obligando a quienes quisieran seguir sus cursos en la lengua de Cervantes al exilio.

Todos los escritores catalanes que escriben en español como Juan Marsé, Eduardo Mendoza y Enrique Vila Matas fueron excluidos de las delegaciones a las ferias del libro internacionales, como la de Frankfurt, y de la radio catalana, pagada con recursos de la nación, fue expulsada hace un lustro la escritora Cristina Peri Rossi, por hablar la lengua de Garcilaso, Quevedo y Lope, lo que generó la protesta de centenares de figuras de la cultura mundial, encabezadas por Mario Vargas Llosa.

Esta deriva de las burocracias políticas electoralistas catalanas sobrepasa los límites y como en la historia del flautista de Hamelin sus jefes llevaron al pueblo hipnotizado a una consulta donde quienes organizaron y escrutaron el voto fueron ellos mismos y con recursos del Estado, sin dar garantía a las dos terceras partes del cuerpo electoral que no aboga por la independencia.

Porque solo basta recorrer Cataluña, la bella e irremplazable Barcelona que tanto amo, pasear por pueblos, capitales regionales, playas y villorrios de las montañas pirenaicas, para darse cuenta que muchos catalanes de origen, hechizados por un patriotismo arcaico, viven en un mundo autista. Como las avestruces en peligro, ignoran el mundo que los rodea: millones de personas que sin ser catalanes de origen nacieron o crecieron allí y han ganado derechos, los inmigrantes de todos los orígenes que hicieron sus vidas en esa tierra y con sus manos y sudor contribuyeron a hacerla grande, a construir todo lo que vale en esa región.

Recientemente comprobé el dolor de esa gente al recorrer Cataluña de nuevo y escucharlos, ya en confianza, porque descubrían que era "forastero" como ellos: taxistas, choferes, campesinos, obreros, tenderos, dueños de cafés, bares y restaurantes modestos, cocineros, amas de casa, intelectuales, profesores, artistas, abuelas, barmans, estudiantes, mucamas, barrenderos, gente de Girona, Figueres, Rosas, Barcelona, Albany, Empuriabrava, L'Escala, Castelló d'Empúries, Benidorm, Sitges, Vilanova i La Geltrú y tantas otras bellas localidades que visité. Y eso sin olvidar la voz de cientos de miles de "moros" o descendientes de "moros" que viven en barrios separados y que alguna vez dominaron media Iberia, antes de ser expulsados junto a los hebreos en 1492 por los reyes católicos.

Ojalá esta deriva catalana secesionista termine y que el tiempo vuelva a moderar las aguas y traiga la concordia, lo que al parecer ya se vislumbra. Que Cataluña y Barcelona vuelvan a ser faros de cultura abiertos al mundo como en los tiempos de Picasso, Casals, Dalí y Serrat y muchos más. Que Cataluña vuelva a ser la tierra abierta que tantos extranjeros sentimentales como yo amamos y admiramos y que como Serrat no imaginamos separada de España.


* Publicado en La Patria. Manizales. Domingo 16 de noviembre de 2014

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